miércoles, 24 de diciembre de 2008

¿Quién me va a ignorar cuando te vayas?

Hacemos como que las cosas no nos importan, y a veces, hacemos como si nos importaran demasiado.

Es extraño cuando hacemos que nos importan lo que nos importan.

Antier un buen amigo me prestó su Playstation 3. Se va de viaje lejos y prefiere no llevarlo.

Es un aparato caro y probablemente su más preciada posesión después de su carro. La verdad es que bien pudo haberlo dejado seguro en su casa, pero ha decidido dejarme cuidarlo yo.

Hoy llegué al lugar donde pasaré mis vacaciones.

Es frío como las palabras de la mujer que ya no te quiere o como la mirada de la que no has sabido querer más.

Hace mucho frío.

Habiendo un clima tan hostil, y más personas de las que sería sano que convivieran juntas por 4 ó 5 días, decidí traer el Playstation para tener algo qué hacer y evitar que nos matemos entre nosotros. -Siempre se puede - pensé yo - resolver los problemas en una pelea de box virtual o destrozando bytes en forma de carros y edificios -.

La dueña de la casa ha decidido no dejarnos conectarlo, en caso de que le de por ver una película en alguno de los 5 días. - Se puede desconectar y poner la película - dije en tono razonable. Le pareció mucho lío. No hay juegos.

Mi amigo no tendría que haber sido generoso, y lo fue, la dueña de la casa tendría que haberlo sido, pero no le dio la gana. ¿Por qué? no se puede saber.

Recuerdo las novelas de Dumas. 20 años después de salvar a la reina, los mosqueteros, que un día día se hubieran dejado matar por el otro sin dudarlo dos segundos, son cautelosos consigo mismos, se guardan sus secretos y se ponen a ellos antes que la reina, la patria y lo que se acumule.

Mientras en el primer libro, en la juventud, la lucha era contra Inglaterra, contra Richelieu, contra el mundo, al llegar al segundo no hay más lucha que contra sí mismos y el espíritu de conservación y pasividad insoportable que llena las páginas.

Me pregunto si esto es lo que habrá pasado con el Playstation. Si la generosidad se mide en años y no en sonrisas provocadas o en abrazos efusivos. Me lo pregunto y me da miedo la respuesta.

Espero en 20 años reconocerme, recordarme, por lo menos, lo que fui ahora. Ojalá que cuando Wendy prenda la luz, me sepa encontrar en un espejo.

Ved

1 comentario:

  1. A que la ririnita, asi es ella, pero se le quiere.
    en cuanto a la generosidad yo creo que no se mide con el tiempo, ni con abrazos efusivos... mas bien creo que cada cual tiene su medidor integrado en su conciencia.

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