jueves, 29 de octubre de 2009

El tiempo es solo tiempo en mi mente

Decía Einstein que todo es relativo. Un montón de incultos poco dados a la astrofísica utilizan al más puro estilo heurístico de Schopenhauer esta frase para decir que cualquier argumento es igual de válido que otro.

PERO... (Es un gran pero) A lo que el científico con el peor (o mejor, depende de dónde se vea) peinado de la historia se refería es, de hecho, al tiempo y al espacio, no a las alegatas de rancho. Einstein propuso que las cosas pasan antes o después dependiendo de dónde se encuentre uno. Si no entienden, pues se aguantan, o píquenle aquí: http://es.wikipedia.org/wiki/Relatividad_general

Bueno, sólo quería aclarar eso para todos aquellos que usan la frasecita para defenderse.

El tiempo sí que es relativo. Por ejemplo, en clase de comunicación corporativa el reloj transcurre de 2.5 a 3 veces más lento que durante un partido de fútbol del Barça. Científicamente comprobado.

La relación es más o menos parecida en filas de banco, visitas a los tíos y peleas con la pareja en turno vs. películas de Bruce Willis, visitas a restaurantes con menús interesantes y reconciliaciones con la pareja en turno.

En los regaños en especial, el tiempo, ya no es que vaya lento, más bien de plano se burla. Yo recuerdo haber visto a mi papá listarme todas las tareas que había dejado de hacer en secundaria, más el castigo que me iba a tocar, más la explicación de porqué era yo un mal hijo y porqué era él un buen padre y todavía algún detalle que seguro se me escapa y los malditos comerciales del baseball entre entrada y entrada todavía ni se acababan (Y en ese entonces nadie quería patrocinar baseball).

O luego hay cosas que se pasan de pronto y no nos damos cuenta. Por ejemplo noto que llevo casi un mes sin escribir aquí, y la verdad a mi se me hace que no es para tanto, o las veces que quisieramos que el día tuviera 40 horas por todo lo que tenemos que hacer, o al contrario, que nos lo dejaran en 12 porque ya nos tiene podridos y no son ni las diez de la mañana.

Dicen que mientras más viejo es uno, más rápido pasa el tiempo, aunque yo no estoy tan seguro, creo que tiene más que ver con que cuando tienes cosas que hacer, la vida se pasa más pronto, y entonces es cuando aplica la ley de Murphy, pues si tienes tanto que hacer, lo mejor sería que el tiempo se fuera más lento.

El tiempo cura las heridas, da brillo a los recuerdos, deja que crezca la cosecha y ayuda a calmar los ánimos. No hay plazo que no se venza, ni tiempo que no nos alcance. "No te juzgues sin tiempo" decía Benedetti. Y, con todo, el tiempo no existe. Es relativo. Un artificio que nos inventamos para saber cuándo voltear para adelante y cuándo para atrás.

Ojalá que mi tiempo no pase en vano.

Ved.

martes, 27 de octubre de 2009

Mis días a blanco y negro

Hoy desperté y el día era gris. No sólo porque el hada del otoño parece haber hecho su triunfal aparición dejándonos con la desagradable sensación de que nunca se sabe cómo es el clima: Hace frío, luego te quitas el suéter porque hace calor, pero luego te lo pones porque hace viento helado y entonces comienza a llover...Oh, porvenir!

Comenzó haciendo frío pero ya sabía yo que no tenía que confiarme ni de eso ni de la muchacha con poca ropa que predice el clima en canal cuatro, ¿han notado como siempre ponen buenotas a hablar de los días soleados y las precipitaciones?, ¿Será debido a que es una sección a la que puede no ponérsele atención? Se trata de todo un misterio mediático. En fin, me tomé mi imprescindible taza de café y salí a caminar en búsqueda de mi nueva historia de CCA (camión caliente y apestoso, pues) mientras trataba de sentirme mejor.

El día de hoy no podía abrir los ojos, tenía un par de rayitas para ver debido a que los párpados estaban hinchados. Además tenía sueño porque no había dormido y una preocupación de esas tan hondas que no te dejan vivir. No sólo el día pintaba de color grisáceo sino que además dentro de mí todo estaba deslavado. Se sentía como un sonido agudo y constante siempre presente en mis oídos que me impedía escuchar o pensar cualquier otra cosa que no fuera la misma oración retumbando en mi cabeza.

La tristeza es como percibirlo todo en negativos. Basta con unas cuantas palabras, una mirada helada o una despedida inesperada para que una bomba exploté entre la garganta y el estómago, un silencio absoluto del que uno siente no podrá escapar. Podría hacer poesía de esto, imaginar que mis nuevos desiertos colocados en la ventana son sólo un requisito para la inspiración necesaria que me obligue a escribir, pero prefiriría dormir: despiértenme cuando todo haya pasado y mis días vuelvan a tener color.

Siento el aroma a flores sanarme de una manera absurda toda la esperanza..

Anabel.

jueves, 8 de octubre de 2009

De cómo aprendí que puedo ser surfista (una crónica de la desesperación)

El otro día que me subí al camión para ir a la escuela llegué a la conclusión de que yo podría ser surfista. En realidad no es tan descabellado ni estoy tan loca como ustedes podrían pensar. Ahí estaba yo: el periódico en una mano, el ipod en la otra (no por fodonga sino porque mi pantalón no tiene bolsas), la mochilota en mis hombros tapando el pasillo y a mi alrededor una muchedumbre con olor peculiar exhalando aire caliente.

Ahí estoy yo concentrada en las letras de Muse con el cuerpo hacia delante tratando de atorarme con la cadera entre los asientos para no caerme. Algunas veces me detengo con uno o dos dedos que aún tengo disponibles cuando la inercia de los frenos me obliga a hacerlo con la finalidad de no repegarmele descaradamente al tipo que viene dormido y cuya cabeza realiza un peligroso movimiento pendular. Derecha-izquierda. Izquierda-Derecha, ¡centro! , se despierta...ah no, ya volvió a caer: Derecha-izquierda, aquí vamos otra vez.

Sin embargo mi entrenamiento no ha llegado a su fin. Cuando en el camión hay tanta gente que nos volvemos uno solo, y no precisamente por cachondería, es tiempo de comenzar el circo de pasar el pasaje de los de atrás para dárselo al chofer que lo exige de mala manera y que minutos antes ha aplastado con las puertas el brazo de una señora de reacción silenciosa. "Pasa dos", me dice la rubia ficticia colocada al lado de mí. "¿Con la boca o qué?" Pienso yo sin manifestarlo públicamente ante la posibilidad de que mi sinceridad peque de grosería. Undostres...misión cumplida. Aquí viene el cambio, la "disque-wera" está platicando y no me pone atención. "Ándale chula, por tu culpa me voy a caer y me voy a enojar" le digo por telepatía observándola fijamente. Por fin ha comprendido mi mirada de pistola y pasa el cambio.

Entonces me digo a mi misma:"Oye mi misma, esto podría ser provechoso considerando que hay una terrible epidemia de influenza y es mejor no tocar nada" Además creo que me hace sentir mejor saber que tengo tal equilibrio, desconocido para una personalidad tan torpe como soy yo. Pero lo admito, ya me desesperé del olor que no sé cómo clasificar, de la falta de oxígeno y del niñito que recientemente ha comenzado a llorar.

Y yo sigo en la pasadera de pasajes en automático. Ya ni siquiera siento que me voy a caer ni me interesa lo que piense el señor que me sonríe coquetamente a 5 pasos de distancia. En el horizonte distingo la silueta de mi alma mater como si fuera un oasis y aguardo discretamente mientras alguien más toca el timbre. Sorpresa, el camión no quiso detenerse y una doña le grita al camionero como si fuera su marido: que si piensa que tenemos su tiempo, que si no sabe que tocamos el timbre, que gente como él debería $%"!&/, ¡ oh, florido vocabulario no apto para este blog! Se detiene una parada después al lado del panteón. Las puertas se abren, bajo las escaleras y entonces recibo una bocanada de aire fresco que me hace pensar en lo bonito de la vida cuando te da esos detalles antes carentes. Camino apresuradamente sin mirar atrás por temor a convertirme en estatua de sal. Como cereza del pastel ya voy tarde a la escuela otra vez...

Anabel.