sábado, 23 de mayo de 2009

Aprender a volar.

Odio, odio los aviones. Bueno no tanto, en realidad los aviones me caen bien, hasta la industria le ha dado de comer a mi familia por algunos años. Más bien lo que odio es subirme a un avión, y sólo si está volando. Me he subido algunas veces a algunos en el piso para tomarles fotos o nomás por ocioso y la verdad no me pareció que tuvieran nada de malo.


La bronca empieza cuando se escucha la turbina puiiiiiiiishhhhhhhhhh (ese es mi sonido de turbina). Ahí ya, me pongo nerviosón, hago como que estoy leyendo un libro o viendo a la güera de al lado, o leyendo la revistita del avión que nunca dice nada (los editores de las revistas de aviones tienen una política muy clara para elegir los artículos: si después de dos párrafos sigue estando interesante lo que leen, no se publica). Hago como que leo digo, pero la verdad es que ya me empiezan a sudar las manos desde ese momento.


Después, les digo el puiiiiiiishhhhhshhhhshhh que suena como la muerte, y luego el avioncito avanza buuuuuuuuurrmmmmm.... se enfila a la pista y yo pienso en si la rubia será natural o no, pero nada, la pista se atravieza, y empiezan a pasar arbolitos (por qué habrá arbolitos al lado de las pistas de despegue? saabe) y mi estómago se hace un nudo y volteo a ver si en mi asiento hay bolsa de vomitar.


La verdad a mi no me dan miedo las alturas, ni creo que se va a caer el avión de repente, ni temo un ataque terrorista, ni creo que hay serpientes abordo (sólo que viera a Samuel L. Jackson viajando, ahí sí me asustaría), lo único que me pasa es que parece que mi cuerpo está diseñado para tener una variación de altura de más menos 10 metros cada 2 horas, a lo mucho.


Mientras el avioncito empieza a subir, mi presión empieza a bajar. Me mareo, se me revuelve el estómago y la verdad más de una vez la rubia se ha escapado de tener que retirar pedazos de cacahuate (o cosas peores) de su amarilla, amarilla cabellera.


El efecto me dura más o menos una hora, justo lo que duran la mayoría de los vuelos. Entonces es muy bonito ver que mientras se me va bajando llega la hora del descenso, donde se produce exactamente el mismo efecto que cuando subimos, ahora con el aliciente extra de saber que en vez de en la güera, puedo hacer mi gracia encima del equipaje de todo mundo que lo viene esperando en la maquinita esa que da vueltas pasando las maletas (que yo no sé cómo hace la gente para saber cuál es la suya si son todas, todas TODAS negras).


En fin que por favor si alguien de aeroméxico o aunque sea de interjet está leyendo, a ver si van repartiendo dramamines o algo por el estilo junto con los pases de abordar, que con lo que cobran sería lo menos que podrían hacer para tranquilizar sus conciencias.


Oh y que sepan que hoy la rubia fue un negro rastudo.


Ved.

jueves, 21 de mayo de 2009

Yo no sería tu ladrón...

Ha sido muy complicado sentarme a escribir estos días, de hecho me sorprende que Adrián no me la haya aplicado igual y no haya puesto mi foto en el blog para denunciar que no he escrito ajajaja.

Todos hacemos cosas que nos gustan pero que no queremos admitir frente a los demás porque nos parecen demasiado vergonzosas para revelar, como ver "La academia" de vez en cuando o disfrutar de una película basura un domingo en la mañana. No lo sé, existen tantos guilty pleasures como personas en el mundo y por eso justamente vale la pena averiguar los de nuestros amigos ( o enemigos en dado caso de que se tengan negras intenciones al respecto).

Yo creo, sin embargo, que existe un guilty pleasure universal: saber más de alguna canción naquísima, fea, chafa, mal cantada, pero endiabladamente pegajosa, ¿quién inventa eso de "Vamos a bailar, vamos a bailar, el mono de alambre..."? o qué tal esa tonadita aberrante que dice "'Si en una rosa estás tú, si en cada respirar estás tú, ¿Cómo te voy a olvidar? ". Por favor eviten preguntar cómo me las sé.

El chiste es que por más que las odiamos, más de alguna vez hemos fiesteado con ellas y mientras bailamos le gritamos al de al lado entre golpes de cadera: "en realidad esta es una canción muy fea y no me gusta". No lo entiendo, pero lo hacemos y cuando nos sale en el Ipod no nos queda más que pretender que no sabemos por qué tenemos soberana porquería entre nuestras canciones de Metallica, Pantera y Radiohead.

En estos tiempos la nacada musical por excelencia es, sin duda alguna, la canción del mechón que no tiene ningún sentido pero emociona a la banda más que cualquier otra cosa que yo haya visto en este país. Solicito de la manera más atenta a algún amable lector que me explique por favor qué es eso de "Ay mamá préndeme el mechón, me-me-me-mechón que me voy pa Nueva York", pues me cuestiono si es un extraño rito para invocar a un dios de bigote mal rasurado con dientes entre dorados y sucios, o si en realidad hay una cuestión cultural de fondo en la letra. Quizás nunca llegaré a saberlo...

En fin, otra de las canciones que provoca en mí instintos violentos y de neurosis es una que mucha gente piensa que es muy romántica y que yo sólo sé que empieza "Si yo fuera ladrón, me robaría tus besos..." (trompeta de banda) Tumpa-tumpa-tumpa-tumpa...AAAARRRGGGG!!!!, de sólo acordarme me siento enojada y frustrada y molesta...y todo... pero varios de mis compañeros de la prepa llegaron a enamorar muchachas y a cantarla con el mismo sentimiento a flor de piel que tiene el vocalista(que la verdad , si tuviera sentimientos no cantaba).

Si usted está pensando que me estoy mostrando tendenciosa lo siento. No me gusta nada pero nada la banda y sin embargo me sé una que otra canción de las cuales no me siento orgullosa.

Está bien , lo admito, yo también soy pecadora en otro género pues me gusta bailar "la gasolina" en las fiestas. Puede que no me salga bien pero aaahhh...como es divertido...

Lamento haber perdido mi toque de intelectualidad ajajaja.
Anabel.

lunes, 11 de mayo de 2009

Alguien que me salve!

A los mexicanos nos gusta ganar, pero nos gusta mucho más perder. Nada como ver el mundial, llegar a los penales y volarla. Nada como "caer con la cara al sol", nada como jugar como nunca pero perder como siempre. Nada como poner la confianza de todo un país en el pie derecho de Luis García y ver cómo nos traiciona volando el balón a las gradas.
¿Se acuerdan de aquella guerra en la que el maldito, bastardo, poco hombre, cara dura, huevotibiolamebotasjotazo de Santa Ana nos vendió a los gringos por migajas, después de que nuestros compatriotas, unos chavales bondadosos todos ellos, le otorgaron el poder de una manera totalmente generosa y desprendida?. Claro que se acuerdan, el cuento está en todos sus libros de la SEP.
La realidad de la historia, como lo prueban las memorias personales de U.S. Grant(Él no trabajaba para la SEP) , es que el territorio nacional estaba segmentado y muy centralizado, o sea, para que me entiendan, que afuera del DF no existían más que Cactus, por lo que la invasión gringa fue cosa de risa y el tratado de “venta” de territorio se firmó en condiciones en la que Santa Anna no podía más que firmar o mantener un sitio en pleno chilangolandia peor que los que organizaba el Peje en sus buenos tiempos, de manera indefinida.
O sea que el Sana Ana o coopelaba o cuello. Pero claro que esa historia está bien chafa. Ya no hay conspiraciones, así ya no somos víctimas de la injusticia de aquellos en los que confiamos, así ya nomás nos fregó uno más grandote por idiotas y listo. Pero claro que así es muy aburrido, eso no vende libros y la SEP necesita vender montones.
Claro que los mexicanos también somos gandallas. La frontera norte del país es mucho más ruda que la frontera sur, y es mucho más complicado ser un guatemalteco en México que un mexicano en EU. Los mexicanos también fregamos gente, pero es mucho más difícil identificarse con esta parte de nosotros, porque es mucho menos trágica y nos otorga una responsabilidad que no queremos asumir.
El asunto se repite en todo: Es bien sabido que los méndigos españoles vinieron a darles en la madre a los pobrecitos indios. “Llegaron y nos chingaron” le encanta decir a la gente. Cortez es el malo y Cuauhtemoc el bueno. Los mexicanos nos sentimos indios, ah pero que nadie se atreva a decirnos indios porque nos ardemos… somos como una quinceañera que no sabe lo que quiere, pero cree que se ve bien llorando.
En fin que había que hablar de “guilty pleasures” el día de hoy y yo creo que este califica casi como deporte nacional, nada más bonito que hacerse la víctima para un mexicano. Nada más sensual que el orgullo de saber que lo tuvieron a uno tres horas esperando en la fila de gobierno y decir “pues no hay de otra, así nos tocó vivir”.
Pero ah… no se engañen, así no nos tocó vivir, así nos gusta vivir. La próxima vez que les falten pantaloncitos (o faldas) para decir “NO” o “Así no se hacen las cosas” y se vayan con la cola entre las patas, no digan “pobrecito de mi”, digan “soy un mariquita”, se sentirán menos bien consigo mismos, pero serán más fieles a la verdad.