sábado, 20 de diciembre de 2008

Oh melancolía...

El fin de año huele a compras, enhorabuenas y regalos con votos de renovación... y a mí no me da por hacer canciones, más bien por escribir blogs. 

Hace mucho pensaba que la Navidad era esa época del año en la que aparecen las chamarras y los licores en la mesa no sólo son tolerados por las mamás, sino hasta bien vistos. Y medio me quedaba claro el asunto del niño Dios y lo de reflexionar y tal. Era igual todo, yo esperaba un nintendo o un juego de nintendo o el siguiente nintendo enfriándose al lado de mi zapato el 25 por la mañana y lo demás era lo de menos.

Ahora crecí. La vida me hizo olvidar los nintendos (a veces) y, extrañamente, acordarme del niño ese que nació hace 2008 años (2003 según cálculos más exactos). El que dividió la historia, el que tiene LA historia. El que hace toda la diferencia dependiendo de si exisitió o no. 

No daré sermones, no se preocupen. Mi punto es que hoy salí a comprar algunas cosas (sí, yo también) y noté el absoluto frenesí navideño. Pensé que todas esas personas, de manera conciente o no, festejan el cumpleaños de Cristo con un entusiasmo que tal vez no festejan en su propio cumpleaños. Si se dan completa cuenta o no, no quita ningún mérito. Es como cuando uno se va de colado a alguna fiesta en la que no conoce bien al invitado. Eso no le quita nada a lo divertido que se pudo haber puesto la pachanga. Y a veces, darle el abrazo al festejado o no, es lo menos importante. 

Por eso invito a todos los católicos preocupados porque esta navidad se rece más y se den menos regalos a que se relajen. Los regalos son parte de la fiesta y además, si uno cree, debe rezar todo el año, no nada más en Navidad. Si la gente es feliz regalando, déjenla, ya quedan otros 364 días para querer recibir. Sólo en Navidad el espíritu de generosidad se extiende, sólo en Navidad a la gente le da por dar. Que Dios bendiga al que inventó la navidad.  Que Dios bendiga a Dios.

Hoy sí los quiero:

Ved.

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